lunes, 13 de agosto de 2012

Capítulo {140} : "De puta pena".


~Tres años después~
Querer más. Hasta que querer más no es suficiente. Cuando pensabas que cuando todo estuviera mal, sería el amor lo que te salvaría. En realidad era eso lo que pensaba en ese momento de mi vida. Se fue Luis, pero ¿y qué? Sigo teniendo el amor de la persona que mas quiero. Pero a partir de ahí, a partir de ese momento, no fue Luis el único que se marchó de mi lado. Mi madre también se había ido. Y lo entiendo. Ya no tengo quince años, ya no es su obligación estar detrás de mí allá a donde vaya. Ha pasado mucho tiempo desde eso. Ahora tengo diecinueve años. Y sigo con la misma vida que tenía a los quince. ¿Eso era lo que quería? No. Y muy a mi pesar, cuando Justin dijo que apoyaría todo lo que yo quisiera ser, no pensó en las consecuencias que eso traería. Cuando Justin me dijo todo eso, no pensó en la distancia que implicaba al irme a estudiar al otro lado del mundo. Porque esto no es lo mío, está claro. Pero esto es su sueño. Desde que Justin empezó en el mundo de la música no ha parado. Giras mundiales. Promociones. E incluso a echo algo en alguna película. Justo lo que él quería. ¿Y que hay de mí? Estoy viviendo una vida que no quiero para mí. Desde que tengo quince años vivo de la misma forma, de aquí para allá, sin parar. Concierto por la noche, entrevistas por el día. ¿Por qué? Porque al final del día, Justin estaba conmigo. En mi cama. Porque hacer algo que verdaderamente no era lo mío, valía la pena en esos momentos. Pero no ahora. Siempre había pensado que sacrificar tus sueños por amor, era algo bonito. Que al final lo que hacías te acababa gustando. Por amor. Pero nada de eso es cierto. Cuando las cosas van de puta pena, van de puta pena. Ni el amor puede arreglar algo así. Y así es como me siento.
Porque el tiempo ha pasado. Han pasado cuatro años. Los mejores cuatro años de mi vida por una parte. Y los peores por la otra. Justin y yo no mudamos juntos a su casa en Los Ángeles cuando su gira terminó, no sin antes irnos de vacaciones a España. Justo como me había prometido que haríamos cuando su gira terminara. Ojalá hubiera cumplido todas las promesas por igual. ¿Qué debería hacer? Debería irme. Si. Eso es lo que voy a hacer. Voy a irme esta misma… Oh.
Sentí unas manos rodearme lentamente la cintura, la yema de sus dedos subiéndome poco a poco la camisa de seda.
Segundos después, cuando sentí su aliento en mi oído y su pecho pegado a mi espalda. Dejé de pensar. Podría decir que hasta se me olvidó respirar. Contuve el aire cuando sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja. Y susurró algo inentendible. Como si hablara para sí mismo. O quizás fuera yo. Porque otra cosa no. Pero lo que sentía al estar con Justin a los quince años. Es ahora incluso más fuerte. Y eso es lo que aún me retiene aquí. Justin depositó un par de besos húmedos debajo de mi oreja, y se me escapó la risa cuando sus manos se colaron dentro de mi camiseta, acariciando mi vientre, y esa voz matutina que siempre me hace perder la razón.
-¿En qué piensas? – su voz me sobresaltó. No era eso lo que me esperaba.
-¿Cómo? – me sentí ridícula cuando mi voz casi sonó inaudible. Carraspeé.
-Llevo despierto un buen rato, y sé que tú también. Respiras de forma diferente cuando estás durmiendo… ¿en qué pensabas en vez de darme un beso de buenos días? – No lo resistía más, me gire para mirarlo a los ojos. Una sonrisa se dibujo en sus labios cuando lo hice. Dios. ¿Cómo había pensando en dejar algo así? Tan… ¿perfecto? Tan… tan, tan todo. Qué me hacía temblar con tan solo susurrar mi nombre.
-Buenos días, Justin – Enredé mis manos en su pelo y lo atraje lentamente hacia mí.
-Buenos días, preciosa – su ronca voz mañanera me hizo sonreír aun mas. Y me hizo querer fundirme en su cuerpo para siempre. Sentí sus manos buscando mi cintura bajo las sabanas, obligándome a quedarme encima de su cuerpo – Aún no me has dicho en que estabas pensando – susurró entre mis labios, y lo ignoré completamente.
Y me besó.
Sus labios se posaron sobre los míos despacio, como si estuviera tratando con una muñeca de porcelana. Me acerqué aún mas a su cuerpo y el besó fue cobrando vida poco a poco.
Sus manos se deslizaron dentro de mis pantalones, acariciando mi trasero. Sonreí entre sus labios cuando sus manos me apretaron aún mas “si era posible” hacía él.
Sintiendo así su cuerpo contra el mío, no había nada que se pudiera comparar. Mis labios se deslizaron sigilosamente por su mandíbula, hasta llegar a su cuello.
Sus manos se deslizaron a mi cintura, deslizando la camisa del pijama hacia arriba, sacándola con mi cabeza, subiendo hasta acariciarme los pechos con sus dedos. Gemí en su boca y en cuestión de segundos me agarró con fuerza, haciéndome girar. Quedando automáticamente debajo de su cuerpo. Con un golpe de rodillas, abrió mis piernas y el encajó entre ellas, tan rápido como lo hizo, su virilidad hizo un movimiento mágico entre mis piernas.
Una y otra vez. Sentir la fricción que provocaba me hizo gemir de placer en su boca.
-Me vuelves loco…. – ya no había rastro de su voz matutina, esta dio lugar a una mas ronca y erótica que me hizo alzar las caderas en una deliciosa invitación.
Entre tantas cosas que habían cambiado, estas era una de las mejores. Sin duda el sexo había mejorado entre nosotros.
Cuando comencé a tomar la píldora y renuncié a la necesidad de utilizar condón. Y cuando fuimos conociendo cada una de las debilidades del otro. Él sabía justo el lugar donde tocarme... donde besarme, para hacerme llegar a lo más alto.
Para que irme con rodeos, el sexo con Justin es increíble.
Enganché mis piernas detrás de su cintura y apreté aún más mi cuerpo contra el suyo, no pasaba ni un poco de aire entre ellos.
Siempre me había preguntado que si esto salía mal, y no era él el hombre de mi vida, con el que tendría hijos y me casaría... ¿Podría alguien hacerme disfrutar tanto como él? Para que iba a engallarme... Probablemente no. Él había sido el primero, y en innumerables ocasiones, había deseado que fuera el último.
De repente, interrumpiendo mis pensamientos Justin deslizó una de sus manos dentro de mis pantalones. Acariciando mi feminidad mientras acariciaba mi cuello con su nariz.
-Piensas demasiado Cherry… - sonreí en cuánto escuché ese calificativo. Justin me había llamado así desde hacía un par de años, cuando en una increíble noche de placer, se dio cuenta de que la mancha de nacimiento que tenía en el interior del muslo, se parecía totalmente a una cereza. Me llama así desde entonces – Si no estás pensando en todas las maneras en las que voy a tomarte, entonces no pienses en nada.
Sentí una de sus manos deslizarse entre los pliegues de mi sexo, mientras respiraba de su mismo aire al tenerlo tan cerca, frente contra frente. Lo sentí gruñir encima de mí.
-Dios, estás tan mojada…. – lo sentí gemir en oído y como subía la cabeza para mirarme a los ojos – ¿Estás mojada para mí, Cherry? ¿Preparada para tomarme?
-Sí, dios sí – cerré los ojos al sentir sus húmedos besos en mi oreja. Por poco tiempo. Acarició lentamente mi espalda y me hizo alzar las caderas para deshacerse de mis pantalones de pijama y bajó mis pequeñas braguitas de paso. Sus labios se deslizaron hacia hacía debajo de mi cuello, lentamente hasta que se detuvieron en mi pecho.
Enredé mis manos en su pelo para hacerlo subir hasta mis labios. Dirigí mis manos a su bóxer y comencé a bajarlos con frenesí pero algo me detuvo. Un teléfono móvil.
Iba a decirle que no lo cogiera, que lo dejara sonar, y que me hiciera el amor hasta caer rendidos, justo como hacíamos antes, no importaba nada lo que pasaba fuera de nuestra habitación, ni aunque hubiera un terremoto nos enteraríamos, sus manos, mis manos, mis caricias, sus caricias, sus besos… pero no me dio tiempo, Justin ya se había levantado a coger su teléfono. Sorprendida y decepcionada al mismo tiempo suspiré y me incorporé hasta sentarme en la cama. Observándolo atentamente desde allí, sin despegar mi mirada de su cuerpo. Se movía de un lado a otro mientras se pasaba las manos por su pelo. Desnudo.
Después de unos largos minutos, colgó. Y ni siquiera me miró cuando comenzó a vestirse rápidamente. Me quedé inmóvil, esperando a que me dijera lo de siempre.
Se palpó los bolsillos, buscando su móvil, que estaba justo en la cama, a mi lado. Giró sobre sus talones y entonces me miró atentamente mientras se acercaba a mí.
-Lo siento cariño, tengo que irme – ahí estaba. La de siempre. La misma maldita frase de siempre. No me inmuté y él se inclinó para besarme pero giré la cara y su beso fue a parar a mi mejilla derecha – Naira… – comenzó, pero lo interrumpí incorporándome.
-Vete al infierno – murmuré entre dientes y me dirigí hacia el baño rápidamente, cerrando la puerta tras de mí, pensando que me seguiría. Y esperé, pero lo único que escuché fue el ruido de la puerta cerrándose. Se había ido. Cerré los ojos con fuerza.
Cogí aire y intenté no darle importancia. Sabía que me engañaba a mi misma pensando que nada malo estaba ocurriendo.
Me negaba a pensar que las cosas entre Justin y yo se estaban enfriando. Simplemente me negaba a pensar que ya no me amaba... o que ya no me deseaba. Me negaba a pensar que no iba a ser él, el padre de mis hijos. Aunque en el fondo, muy a mi pesar, lo pensaba.
Me di una ducha rápida, mientras esperaba que de alguna manera se me bajara el calentón que llevaba encima. El móvil comenzó a sonar mientras estaba en la ducha. Pero lo ignoré.
Cuando terminé, me vestí y mi móvil comenzó a sonar de nuevo. Suspiré y lo cogí.
-¿Diga? – dije de mala gana, mientras andaba con la toalla deslizándose por mi cuerpo. Pero la voz que esperaba al otro lado del teléfono me dejó paralizada. Era mi madre.
-¿Sí? ¿Mamá? – intenté que mi voz sonara lo mas normal posible, pero teniendo en cuenta solo hablaba con ella cuando había alguna fecha importante, como cumpleaños, bodas o alguna muerte, me puse nerviosa.
-Hola, cariño, ¿cómo estás? – fruncí el ceño. Mi madre nunca me llamaba para preguntarme como estaba. Y yo se lo agradecía. No me apetecía contarle mis penas. Dejé caer la toalla mientras me ponía la ropa interior y miraba el reloj. Llegaba tarde.
-Bien. ¿Ha pasado algo? ¿Por qué me llamas tan… temprano? – pregunté mientras intentaba colocarme el sujetador correctamente y pensaba a toda velocidad, faltaban aún un par de meses para su cumpleaños. ¿Por qué me estaba llamando?
-No ha pasado nada, hija. Solo que no estoy segura de si podré llamarte mañana y... – Levanté un pie luego el otro para colocarme los pantalones, y el móvil se calló al suelo. Maldije cuando escuché a mi madre seguir hablando sola. Acabé de ponerme los pantalones y cogí el móvil rápidamente entre mis manos mientras me seguía vistiendo.
-¿Por qué ibas a llamarme mañana, mamá? – pregunté mientras giraba sobre mi cuerpo. ¿Dónde demonios había dejado la camiseta? Gruñí.
-¿Estás de broma? ¿Es que trabajas tanto que no sabes en que día vives? – rio sin gracia, mientras yo no entendía el humor de esta situación. Y yo en lo único que podía pensar era en encontrar mi camiseta… ¡Diablos! – Cariño, mañana es cuatro de mayo. Mañana es tu cumpleaños.
Me quedé paralizada en el medio de la habitación. A medio vestir y con el móvil pegado a la oreja. ¿Mi cumpleaños? Mi madre siguió hablando, explicándome porque no iba a poder llamarme mañana, pero yo ya no la estaba escuchando. Mañana era mi cumpleaños. Antes era el día mas esperado del año, pero sin embargo ahora, ni si quiera podía recordarlo. Y si ni yo misma lo hacía, ¿Cómo iba a hacerlo Justin? ¿Se acordaría él de mi veinte cumpleaños? ¿Tendría algo preparado para mí?
-
-
Pasé el día de aquí para allá, intentando olvidarme del enfado que tenía con Justin y de que mañana era mi cumpleaños. Una parte de mí quería –y necesitaba– pensar que Justin no se había olvidado de ello. En todos estos años siempre habíamos estado juntos en todos mis cumpleaños. Eran las siete de la tarde cuando llegué a casa. Agotada de irme de aquí para allá.
Cuando metí la llave y la pasé dos veces, me di cuenta de que no había nadie en casa. Intenté no parecer demasiado paranoica y me di una buena ducha mientras ponía algo de música.
Luego de eso, me dispuse a preparar algo de cena mientras veía la tele. Y cuando finalmente se hicieron las diez de la noche, decidí salir de dudas. Cogí rápidamente el teléfono móvil y marqué su número con los dientes apretados. Odiaba tener que recurrir a él después de lo de esta mañana. Pero nunca llegaba tan tarde a casa... Salió el buzón. Estaba apagado. Fruncí el ceño levemente mientras pensaba a toda velocidad. ¿No querría hablar conmigo después de haberlo mandado al infierno?
Si no era así... ¿porque apagaba el teléfono? Nunca lo hacía...
Sacudí mi cabeza y marqué rápidamente el número de Dan.
-¡Hola! ¿Cómo estás? – sonreí al notar la felicidad y calidez en su voz. Siempre era así.
-Hola, pues bien, aquí en casita. He llamado al número de Justin pero me sale comunicando, ¿Está contigo? – pregunté, deseando que el nerviosismo no saliera demasiado a la luz. Mordí mi labio mientras me movía inquieta por la habitación.
-¿Conmigo? No, que va. Hace media hora que cogió su avión hasta Florida, tenía que resolver unos asuntos allí. ¿No te lo dijo? – me quedé paralizada en medio de la habitación. ¿Florida? La realidad se estampó en mi cara como un balde de agua fría.
Un avión desde los Ángeles hasta Florida, duraba seis horas. Teniendo en cuenta que él tenía que coger uno de ida, y otro de vuelta. Eran doce horas. Y teniendo en cuenta que no sabía cuento tiempo iba a quedarse en Florida. A menos que no viniera en cohete, Justin no llegaría para mi cumpleaños.
_______________________________________-
Lo siento, sé que es un capítulo un poco triste, pero a partir de ahora, que es la recta final de la novela, las cosas estarán un poco tensas entre Justin y Naira. Bueno, muy, muy tensas.
Aunque me duela decirlo estoy un poco atascada con esta novela, por lo que la voy a acabar pronto. Aunque no os dejaré con mal sabor de boca. ¡Lo prometo!
También decir que la novela no se acabará mañana, pero si es cierto que no lo queda mucho. Gracias por vuestra paciencia.
Os quiero niñas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario