lunes, 13 de agosto de 2012

Capítulo {138} : " Una mierda. Literalmente"


|| Narra Justin ||
Observé como Naira se ponía rígida detrás de la puerta y que cruzaba sus piernas para que mi camiseta - que le quedaba estupendamente he de decir - le tapara un poco más.
Escuché un gruñido detrás de la puerta y me levanté de la cama.
Pero antes de que me acercara para ver de quien se trataba, escuché otro bufido mas fuerte que el anterior y una voz a continuación, decidí no acercarme. Naira se enfadaría.
-Hola – dijo Naira suavemente. Me tensé al escuchar su forma de saludar a quien quiera que fuera, como si temiera lo que iba a escuchar a continuación.
-¿Interrumpo algo, Naira? – la voz de Luis se coló en mis oídos y volví a tensarme, enseguida se captó el tono de reproche que trasmitía su dura voz.
Me obligué a mi mismo a retroceder y sentarme en la cama, aunque quería ir allí, pasar la mano por la cintura de mi chica, y hacerle saber a Luis que era ella mía, aunque todo lo que pude hacer fue esperar, sentado en la cama donde habíamos estado entregándonos hace unos minutos. Debería mantenerme al margen, si no quería ir allí y partirle la cara, algo que no sería demasiado bueno… aunque me moría de ganas de hacerlo.
-No, claro que no… quiero decir – sacudió su cabeza y suspiró antes de hablar de nuevo – ambos sabíamos que esto iba a pasar. Era inevitable.
Tragué saliva. ¿Habían estado hablando de mí? Era obvio. Más que obvio. ¿Pero eso le daba derechos a hablarle así a Naira, a reprocharle que hubiera pasado la noche conmigo?
Él era su amigo. Yo tenía certeza de que él la había consolado cuando yo le rompí el corazón, pero... ¿había algo que me había perdido? por el tono de voz de Naira, y el suyo, pude intuir que algo me estaba perdiendo, algo de primicia, algo importante. ¿Habrían estado juntos cuando yo no estaba? ¿Estaría enamorado Luis de ella? Me obligué a pensar que no, las ganas de ir hacia allí y partirle la cara crecían segundo a segundo.
-Claro que lo sabía, pero esperaba que fueras mas lista – su voz sonaba dura, neutra – Está claro que no tengo nada que hacer aquí, ¿verdad?, te dije lo que pasaría, desde un principio me lo imaginé – dijo, aunque sonó mas bien como un gruñido, fruncí el ceño – desde que tu padre me contó que estabas con ese niñato me lo imaginé. Ahora vuelves con él. Te hizo daño una vez, ¡lo volverá a hacer! y como siempre mi deber es consolarte – sentí a Naira suspirar pero el continuó hablando - ¿Es que ya no lo odias como decías hacerlo? ¿Es que ya no crees que lo que te hizo estuvo mal? ¿Ya no crees que no te amaba lo suficiente? Todo eso salió de tu boca, y ahora tu le regalas tus caricias, tus besos, tu presencia e incluso algo mas que eso – mis ojos se abrieron como órbitas, ¿Qué...?
Sentí como Naira se tensaba, no solo por lo que le decía, si no porque yo lo estaba escuchando todo. ¿Habrían estado maldiciéndome el tiempo que no estuve por haberle echo daño a Naira? Lo único que quería ahora, era que Naira echara a Luis, y poder enterrarme en su cuerpo una vez mas, para demostrarle lo mucho que la amaba. ¿Tendría ella miedo de que volviera a hacerle daño? Gemí ante tal idea. Todo menos eso, ¿Cómo podría hacer algo así? Naira soltó el aire que había estado conteniendo y suspiró.
-Que esto haya ocurrido no significa que tengas que irte – aunque mas bien sonó como una pregunta, levantó su mirada - Voy a vestirme y vamos a hablar, ¿sí? espérame, salgo ahora.
-Está bien.
Naira le dedicó una última mirada y cerró la puerta, en cuánto lo hizo, se acercó al suelo para coger sus pantalones cortos y ponérselos apresuradamente, sin tan siquiera levantar su vista del suelo se dirigió al espejo y se recogió el pelo y se puso sus zapatos, de la misma forma. Sonreí internamente al notar que aún llevaba mi camisa puesta y que no pensaba quitársela. Pero me obligué a mi mismo a no sonreír. ¿Qué clase de relación mantenía ella con Luis para que él le estuviera pidiendo explicaciones a cada momento? ¿Podría estar él enamorado de ella? La observé moverse por la habitación desde la cama, sin posar su mirada sobre mí. Ella sabía que la observaba. Podía notar el rubor de sus mejillas al sentir mi mirada en su cuerpo.
Antes de dirigirse a la puerta, se detuvo, giró sobre sus talones y levanto su mirada hacia mí. Le retuve su mirada y ella suspiró hasta acercarse a mí, con cautela, con sus elegantes movimientos. Sentí la cama hundirse a mi lado, cuando ella se sentó. Silencio. Noté su mirada recorrer todas mis facciones y ahora mismo no sabía como reaccionar.
La miré.
-No quiero que te vayas. ¿Estarás aquí cuando vuelva? – tartamudeó, aunque parecía segura de lo que estaba pidiéndome. La observé unos segundos, pero ella parecía esperar una respuesta rápida. Mi hirvió la sangre al pensar quien era el causante de que ella tuviera tanta prisa por dejarme. Apreté mi mandíbula.
-Eso es todo lo que vas a decirme, Naira? – susurré. Sentí su mirada suplicante sobre mis ojos pero no le seguí el juego. No ahora, no cuando me sentía de esa forma.
-Tengo que hablar con él, pero quiero tenerte aquí cuando vuelva. ¿Estarás aquí, esperándome? – preguntó, aunque por su tono de voz supe que no se refería solo a este preciso momento, sentí sus manos deslizarse por mi torso. Gruñí.
La miré a los ojos una vez mas, antes de pensar bien me respuesta. Sabía que tenía que convencerla de que la amaba tanto como el primer día. Pero lo único que me apetecía era ir a romperle la cara a ese idiota. Me levanté de la cama, y al hacerlo sentí sus manos caer en el aire. Extrañé el tacto nada mas levantarme. Me puse los pantalones y los zapatos y ahora era ella la que me miraba. “No la mires, no la mires, no la mires” repetía, pero sin embargo lo hice.
Observé lo bien que le quedaba mi camisa y que aún la llevaba puesta, pero pensé que pedírsela sería algo estúpido, yo quería que la llevara puesta. Me gustaba verla con ella.
-Voy a irme a mi cuarto - ella intentó hablar – cuando acabes de hablar con él, llámame, quizás este disponible para ti.
Escuché un gemido de dolor de su parte y me di la vuelta para ir hacia la puerta, pero sentí sus manos obligándome a mirarla, intentando darme la vuelta, cerré los ojos y respiré hondo antes de hacerlo, y cuando lo hice, sentí dolor en su mirada. Aunque esto me dolía más a mí.
Sentí la necesidad de acariciarla, de sentirla, de decirle que todo iba a estar bien, que le perdonaba cada locura que hubiera dicho sobre mí, mientras yo no estaba. Pero lo único que pasaba por mi cabeza eran las palabras de ese tipo, ¿De verdad ella dudaba de lo que yo sentía? Sentí sus manos buscando mi rostro. Me derretí, pero me aparté de ella. Las palabras que acababa de escuchar me habían herido. Decepcionado. En otras palabras, estaba jodido.
- Por favor... – sentí su mirada en mis ojos, pero negué.
Me alejé de ella y pasé mi mano por mi nuca, intentando relajarme, sin éxito alguno.
-¿Por favor qué Naira? ¿Cómo voy a saber si te marcharas con él, como hiciste aquel día? Pensaba que tus dudas estaban resueltas, pero ahora resulta que llevas cuestionando mis sentimientos todo el tiempo. ¿También le cuentas las veces que te digo te amo cuando hacemos el amor, o eso sería demasiado evidente?
Sus ojos ahora estaban llenos de pequeñas y saladas lagrimas y seguí su recorrido hasta sus pequeñas mejillas. Sabía que esto le hacía daño. Sabía que mi indiferencia la hería. Pero no hice nada al respecto. Estaba dispuesto a irme, a calmarme y luego enfrentarme a esto, pero cuando la miré de nuevo, no pude hacer otra cosa que acercarme a ella y apartar las lagrimas que caían por esas mejillas que tanto me gustaba besar. Sollozó entre mis brazos y escondió su rostro en el hueco de mi cuello cuando la alcé entré mis brazos y me dirigí hacia la cama de su habitación, apartando la sábanas y sentándome allí, con ella en mi regazo. Una vez allí la tranquilicé con mis caricias en su espalda y palabras dulces en su oído y aunque sus lagrimas mojaban la piel de mi cuello y mi camisa, no me importó en absoluto. Su lenta respiración luego de unos segundos, me erizó la piel.
-Sé que lo que hice estuvo mal. Sé que te hice daño. ¿Pero dudas que te amo? ¿De verdad lo dudas? ¿Como puedes ir y decirle que dudas de que te amo cuando te lo he entregado todo? – intenté ser suave, pero el tono de mi voz me delató, sentí como se estremecía entre mis brazo – Me enamoré como un idiota de la apuesta que debía ganar. Fue la maldita apuesta la que me obligó a acercarme a ti. Quizás el momento no fue tan mágico como imaginabas, porque yo solo estaba jugando. Para mi solo eras una cara bonita a la que debía conquistar. Pero cuando pasé tiempo contigo, cuando te veía sonreír, cuando te entregué mi virginidad y te dije que te amaba una y mil veces mientras entraba dentro de tí, era yo. La apuesta dejó de importarme cuando me dijiste que me querías. Entiendo que tuvieras dudas antes, pero ¡joder Naira! ¿Que tengo que hacer para demostrarte que te quiero? ¿Aún tienes dudas? ¿Como puedo resolverlas? – mi voz se tornó ronca cuando su acomodó encima de mí.
Poniendo cada pierna alrededor de mi cintura, aunque la única diferencia es que lo que ahora sentía, no era excitación, ni nada parecido a ello. Suspiré cuando me miró fijamente. Mostrándome la verdad en sus ojos y acariciándome el alma sin piedad.
-Dime lo que tengo que hacer, cariño. Te pediré perdón todos los días de mi vida si es necesario para que decidas quedarte conmigo – las palabras salieron de mi boca, antes de que mi mente las procesara.
Una parte de mí me pedía a gritos que me alejara. Que lo dejara estar. ¿Para que luchar con los mismos fantasmas del pasado? Quizás... quizás debería pasar página. Mis pensamientos fueron interrumpidos de forma brutal. Sentí sus manos enredarse en mi cuello, y levantó su mirada para observarme, miré sus ojitos cristalinos y me perdí en ellos, una vez más, no era algo nuevo, pero era fascinante. Sentí sus ojos recorrerme el rostro, cada rincón de él, hasta posarse en mis ojos, me estremecí de pies a cabeza sin poder evitarlo.
-No tienes que hacer nada, Justin – susurró y miró mis ojos una vez más – sé que no estuvo bien, y que una parte de mi me dice que debería salir huyendo de tí - tragué saliva ante su confesión, se encogió de hombros – pero estoy aquí. Cuando llegué y te miré a los ojos por primera vez después de tantos meses, me di cuenta de que solo tú puedes sanar el dolor que tú mismo me provocaste. Que en realidad no me servía para nada todo el tiempo que pasé lejos de tí. Estaba furiosa. Llevaba meses intentando olvidarte, y cuando creo que lo hago, vuelvo y tú lo único que haces es mirarme a los ojos para derrumbar todo lo construido en todo el tiempo que pasé lejos de ti – sorbió su nariz antes de sonreír y pegarse mas a mí – Y aunque me cueste admitirlo, sé que te perdonaría cualquier cosa con tal de tenerte conmigo – fruncí el ceño y abrí la boca para hablar pero ella negó con la cabeza – No me interrumpas.
Suspiré y la miré a los ojos, esperando a que continuara.
-Te lo perdonaría todo Justin, con tal de que tus besos me despertaran todas las mañanas. Con tal de que sea la única a la que le hagas el amor como me lo haces a mí. ¿Entiendes? No creo que esto sea para siempre, pero por si esto termina, lo único que quiero es meterme tan adentro de tí, que no puedas olvidarme nunca. Que cuando beses otros labios que no sean los míos me recuerdes. Y que cuando te hundas en otro cuerpo, recuerdes la calidad con la que te envolvía el mío. Solo quiero... – hizo una pausa para coger aire y aparté un cabello que se había interpuesto en el camino de nuestros labios – Solo quiero meterme tan dentro de tu corazón, como tu lo has echo conmigo, Justin. Solo quiero… solo quiero amarte, ¿es tan difícil de entender?
Suspiré profundamente, cuando su nariz rozó la mía. Y acuné su rostro entre mis manos para que nuestras miradas se encontraran. Y una vez más me vi totalmente perdido.
Me levanté de la cama, aún con ella entré mis brazos, mientras nuestros labios encajaban a la perfección. Solté sus piernas de mis caderas suavemente, depositando sus pies en el suelo, aunque de puntillas, ya que sus brazos seguían en mi cuello. La besé de nuevo.
-Ve a hablar con Luis, cariño. Estaré esperándote en mi cuarto…– Asintió. Aunque sus brazos no se descruzaron de mi cuello. Sonreí – Naira.
Ella captó el mensaje y se descolgó de mí, con un bufido. Le dediqué una última sonrisa antes de acariciar su labio inferior y darle un último beso, antes de dirigirme hacia la puerta y marcharme. Esto no era lo que tenía pensado para mi día libre. Esto era una mierda. Literalmente una mierda.

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